Lección 4 // Miércoles 23 de julio
LIBRES DEL PECADO
Sin Cristo, éramos esclavos del pecado, esclavos de los malos impulsos de nuestra naturaleza humana caída. Vivíamos egoístamente, complaciéndonos a nosotros mismos, en lugar de vivir para la gloria de Dios. El resultado inevitable de esta esclavitud espiritual es la muerte, porque la paga del pecado es muerte (Rom. 6:16-23).
Pero, Jesús vino “a pregonar libertad a los cautivos [...] a poner en libertad a los oprimidos”(Luc 4:18). No cautivos literales, sino prisioneros espirituales de Satanás (Mar. 5:1-20; Luc. 8:1, 2). Jesús no libró a Juan el Bautista de la prisión de Herodes, pero sí libró a los que estaban esclavizados por vidas pecaminosas, quitándoles la pesada carga de culpabilidad y condenación eterna.
¿Qué grandiosa promesa se encuentra en Juan 8:34 al 36?
34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre.
36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
El uso de la palabra verdaderamente (vers. 36) muestra que existe una libertad falsa, que en realidad aprisiona a los seres humanos en la desobediencia a Dios. Los oyentes de Jesús confiaban en ser descendientes de Abraham como la base de su esperanza de libertad. Nosotros corremos el mismo riesgo. El enemigo quiere que, para nuestra salvación, confiemos en cualquier cosa (tal como nuestro conocimiento doctrinal, nuestra piedad personal o nuestro servicio a Dios) menos en Cristo. Pero, ninguna de estas cosas, por importante que sea, tiene el poder para librarnos del pecado y su condenación. El único Libertador verdadero es el Hijo, que nunca fue esclavo del pecado.
Jesús se gozaba en perdonar pecados. Cuando le trajeron un paralítico, él sabía que ese hombre estaba enfermo como resultado de su vida disoluta, pero también sabía que estaba arrepentido. En sus ojos suplicantes vio el anhelo de su corazón por perdón y su fe en Jesús como su único Ayudador. Tiernamente, le dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mar. 2:5). Aquellas fueron las palabras más dulces que ese hombre haya escuchado alguna vez. La carga de desesperación desapareció de su mente y la paz del perdón llenó su espíritu. En Cristo, encontró curación espiritual y física.
En la casa de un fariseo, una mujer pecadora bañó con lágrimas los pies de Jesús y los ungió con perfume (Luc. 7:37, 38). Percibiendo la desaprobación del fariseo, Jesús le explicó que“sus muchos pecados le son perdonados” (Luc. 7:47). Entonces, dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados” (Luc. 7:48).
“Tus pecados te son perdonados”. ¿Por qué estas son las mejores palabras que podríamos escuchar?
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Pensamiento del espíritu de profecía para este día:
Cristo ha prometido enviarnos el Consolador, cuya obra es establecer el reino de Dios en el alma. Si se han hecho abundantes provisiones de misericordia, gracia y paz, ¿por qué los seres humanos actúan como si consideraran la verdad como un yugo de esclavitud? Es porque el corazón no ha probado ni visto cuán bueno es el Señor. Algunos piensan que la verdad de la Palabra de Dios es una cadena. Pero es la verdad la que libera a los hombres. Por consiguiente, si la verdad nos hace libres, somos realmente libres. La verdad aparta al hombre de sus pecados, de sus tendencias heredadas y cultivadas hacia el mal. El alma que aprecia el amor de Cristo es colmada de libertad, luz y gozo. En un alma así no hay pensamientos divididos. El ser entero anhela a Dios. No va tras los hombres para conocer su deber sino a Cristo, la fuente de toda sabiduría. Busca la Palabra de Dios para encontrar las normas que debe alcanzar. – {RJ 106.4}
¿Podremos encontrar alguna vez algún guía más seguro que Jesús? La verdadera religión consiste en estar bajo la conducción del Santo en pensamiento, palabra y obra. El, que es el camino, la verdad y la vida, toma al buscador humilde, ferviente, completamente entregado, y le dice: “Sígueme”. Lo conduce por el estrecho sendero hacia la santidad y el cielo. Cristo abrió este sendero para nosotros a gran costo para sí mismo, y no somos abandonados en nuestros caminos oscuros para que tropecemos. Jesús está a nuestra diestra, proclamando: Yo soy el camino; y todos los que decidan seguir al Señor serán guiados en el sendero real preparado para que los rescatados del Señor caminen por él… –{RJ 106.5} – RJ 106.4-5
¿Podremos encontrar alguna vez algún guía más seguro que Jesús? La verdadera religión consiste en estar bajo la conducción del Santo en pensamiento, palabra y obra. El, que es el camino, la verdad y la vida, toma al buscador humilde, ferviente, completamente entregado, y le dice: “Sígueme”. Lo conduce por el estrecho sendero hacia la santidad y el cielo. Cristo abrió este sendero para nosotros a gran costo para sí mismo, y no somos abandonados en nuestros caminos oscuros para que tropecemos. Jesús está a nuestra diestra, proclamando: Yo soy el camino; y todos los que decidan seguir al Señor serán guiados en el sendero real preparado para que los rescatados del Señor caminen por él… –{RJ 106.5} – RJ 106.4-5
Entre uno de los errores que se predican hoy en día es la creencia que para recibir el amor, el perdón, ó el beneplácito de Dios, primeramente tenemos que arrepentirnos. Nosotros, los humanos tanto usted como yo tenemos el mismo pensamiento y aún más, pasamos a poner en acción éste pensamiento.
Piense por un momento en ese pecado, en ese vicio, en ese pensamiento secreto que le ha venido afectando desde su infancia, ó quizás desde su juventud, ó quizás desde algún tiempo corto atrás. ¿Que cuesta vencerlo, no es cierto? Cuantas veces ha luchado por no caer en el, son tantas las veces que se ha propuesto no volver a caer en el, y muchas veces lo ha logrado por días, por semanas, por meses y quizás por años, y el día menos esperado vuelve a caer. ¡Que decepción, que fracaso, que tristeza! Siente que no vale, ni sirve para nada. No se quiere acercar a Dios, no quiere orar, no quieres estudiar la Biblia, no quiere participar en la iglesia, y muchas veces no quiere ni asistir a la iglesia. Necesita darse un tiempo para probarle a Dios que usted lo va intentar de nuevo y que puede vencer de nuevo ese problema. ¿Se dió cuenta? Hemos aprendido inconscientemente que para recibir el amor de Dios ó el perdón de Dios, primero tenemos que mostrarle a Dios que somos capaces y que nos hemos arrepentido de nuestras malas acciones para entonces poder recibir de él su amor, su perdón y su bendición.
La gran noticia es que en el plan de salvación de Dios para el hombre, el sistema de Dios trabaja al contrario de lo que nosotros hacemos. “Dios nos amó primero”; Debido a que Dios ya nos dio la salvación, es la razón para que nosotros nos arrepintamos de nuestro mal proceder, debido a que cuando usted y yo nacimos, Jesús ya había muerto en la cruz para salvarnos, esa sería la mas fuerte razón de nuestros arrepentimiento.
Usted y yo no vamos a recibir el perdón de Dios, el amor de Dios ó las bendiciones de Dios debido a nuestro arrepentimiento. No, es todo lo contrario, debido a que recibimos de parte de Dios el perdón, el amor y todas sus bendiciones por adelantado, eso tendría que hacer nacer un amor especial en mi hacia Dios y llevarme al arrepentimiento.
Personalmente, uno de los dones que no tengo es “ir a tocar puertas” para predicar la Palabra de Dios. Hace años fui invitado a hacerlo, y la persona que me invitó era un “aguerrido tocador de puertas.” A la primera casa que llegamos, el dueño de la casa nos abrió con tanta alegría después de haber estado observándonos por la ventana. Nos invitó a pasar, nos dio agua para tomar e inmediatamente con una alegría casí indescriptible trajo a toda su familia; muy numerosa dicho sea de paso, para ésta reunión.
Después que nos presentamos, el se sonrió y dijo que nos había estado esperando por muchos años. Mi asombro creció mas cuando dijo que él a mi ya me conocía por que Dios me había presentado a él en un sueño. Ahora se cambió toda la historia, ahora era yo el que estaba con curiosidad, ahora yo era el que quería escuchar lo que Dios había hecho en la vida de éste hombre y sin perder tiempo el nos comenzó a contar su testimonio.
Era pescador, y un día mientras pescaba sus pies se enredaron en una planta acuática e inmediatamente comenzó a hundirse en las profundidades del río. Con su experiencia en las aguas, trato de liberarse manteniendo la calma hasta que llegó el momento en que se dio cuenta que su muerte sería una realidad dentro de unos cuantos segundos. Fue allí donde clamo a Dios por primera vez con seriedad y angustia en su vida. -El nos contaba- que después de su pedido sintió como una mano que con mucha fuerza lo sacó hasta la orilla del río y allí quedó tendido mientras era auxiliado por sus compañeros. El supo que era un milagro y comenzó a preguntar a Dios que era lo que tenía que hacer y fue donde recibió el sueño de unas personas que lo visitarían y le enseñarían lo que se tenía que hacer.
La última vez que lo vi, me di cuenta que ya había llevado a la iglesia mas de 35 personas incluyendo familia, familiares y amigos. El se arrepintió y se entregó a Dios, por que Dios lo amó primero, cuando el nació ya Dios lo amaba, cuando el fue salvado de morir en el río es por que Dios lo amaba, Jesús murió por nuestro hermano por que Dios lo amaba y como resultado de ese amor él entrega su vida a Dios.
Cuando tu y yo nos arrepentimos, no es para conseguir perdón y amor y salvación, eso ya lo hizo Dios por ti y por mi. Cuando nos arrepentimos es el resultado de la gratitud hacia Dios por su amor, por sus bendiciones y por el gran sacrificio hecho en la cruz.
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