lunes, 21 de julio de 2014

Leccion de Escuela Sabatica para el martes 22 de julio del 2014


Martes 22 de julio // Lección 4                                                                                                        

LA SALVACIÓN REQUIRIÓ LA MUERTE DE CRISTO

Juan el Bautista describió a Jesús como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Esta imagen era fácil de entender para cualquier israelita familiarizado con los sacrificios ofrecidos en el Templo, y con la historia registrada en el Antiguo Testamento. Abraham reveló fe en que “Dios se proveerá de cordero para el holocausto”; y el Señor proveyó el animal para ser sacrificado en lugar de Isaac (Gén. 22:8, 13). En Egipto, los israelitas sacrificaron un cordero como un símbolo de su liberación divina de la esclavitud del pecado (Éxo. 12:1-13). Posteriormente, cuando se estableció el servicio del Santuario, se sacrificaban dos corderos cada día, continuamente: uno en la mañana y otro al atardecer (Éxo. 29:38, 39). Todos estos sacrificios eran símbolos del Mesías que habría de venir, quien “como cordero fue llevado al matadero” porque “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isa. 53:6, 7). Por lo tanto, al presentar a Jesús como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, Juan el Bautista estaba revelando la naturaleza sustitutiva de la muerte expiatoria de Cristo.
Durante su ministerio, Jesús anunció repetidamente su muerte, aunque, para los discípulos, era difícil entender por qué tenía que morir él (Mat. 16:22). Gradualmente, Jesús les explicó el gran propósito de su muerte.
¿Qué ilustraciones usó Jesús para indicar que él moriría como nuestro Sustituto? Mat. 20:28; Juan 10:11.
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13),incluso si ellos no entienden o no aceptan ese sacrificio. En la cruz, Jesús derramó su sangre“por muchos [...] para remisión de los pecados” (Mat. 26:28).
Es importante notar que Jesús murió voluntariamente. Como el Padre dio a su único Hijo, así también el Hijo dio su propia vida para redimir a la raza humana. Nadie lo obligó a hacerlo. “Nadie me la quita [mi vida], sino que yo de mí mismo la pongo”, declaró Jesús (Juan 10:18).
Hasta Caifás, que rechazó abiertamente a Jesús y dirigió el complot para matarlo, reconoció involuntariamente la muerte sustitutiva de Jesús (Juan 11:49-51).
Piensa en cuánta ingratitud tienen los seres humanos hacia Dios y lo que él nos ha dado en Cristo. ¿Qué podemos hacer para no caer en esa trampa? ¿Por qué es tan fácil ser ingratos, especialmente al vivir momentos difíciles?
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Pensamiento del espíritu de profecía para este día:
Acuda el alma a Jesús. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29. Nadie será forzado a acudir a Jesús, pero la voz de la invitación resuena suplicando anhelosa: “Mirad, y vivid”. Acudiendo a Cristo, veremos que su amor es sin paralelo, que ha tomado el lugar del culpable pecador y le ha imputado su justicia inmaculada. Cuando el pecador ve a su Salvador muriendo en la cruz, en su lugar, bajo la maldición del pecado, al contemplar su amor perdonador, el amor se despierta en su corazón. El pecador ama a Cristo porque Cristo primero lo ha amado a él, y el amor es el cumplimiento de la ley. El alma arrepentida comprende que Dios “es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. El Espíritu de Dios actúa en el alma del creyente, capacitándolo para seguir progresando en su obediencia, incrementando su fortaleza, avanzando de gracia en gracia en Jesucristo. – {1MS 439.2}
Dios condena justicieramente a todo el que no hace de Cristo su Salvador personal, pero perdona a cada alma que acude a él con fe, y la capacita para realizar las obras de Dios y para ser una con Cristo por la fe. Jesús dice de tales personas: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad [esta unidad proporciona perfección de carácter], para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. Juan 17:23. El Señor ha provisto todo lo necesario para que el hombre pueda alcanzar la salvación plena y gratuita, y sea completo en él. El propósito de Dios es que sus hijos tengan los brillantes rayos del Sol de justicia, que todos tengan la luz de la verdad. Dios ha proporcionado la salvación al mundo a un costo infinito, nada menos que la dádiva de su Hijo unigénito. El apóstol pregunta: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Romanos 8:32. Por lo tanto, si no somos salvados, la falta no será de Dios, sino nuestra por haber dejado de cooperar con los instrumentos divinos. Nuestra voluntad no ha coincidido con la voluntad de Dios. – {1MS 440.1} – 1MS 439-440
HEMATOHIDROSIS: Alrededor de las glándulas que producen el sudor, hay múltiples vasos capilares que entre todos ellos se unen y forman como una red alrededor de la glándula. Bajo el estrés extremo estos vasos capilares se dilatan hasta llegar al punto de romperse y cuando esto sucede la sangre pasa a la glándula sudorífica,  la glándula misma empuja la sangre hacia el exterior de la piel, saliendo del cuerpo gotas de sangre mezcladas con sudor. Estos casos médicos son muy raros pero se han dado en la historia del mundo y la mayoría de ellos están relacionados con estrés ó aflicciones extremas.
Jesucristo estaba sufriendo una de las agonías mas intensas que cualquier humano pudo haber sufrido en la historia del universo. Todos los pecados, las aflicciones, los problemas, los complejos, las desdichas y desgracias de la humanidad entera se habían depositados sobre él, la aflicción de sentir  la separación de su Padre y sentir la ira de su Padre sobre el pecado, causaba una de las angustias mas indescriptibles. El acto de enfrentar la pena capital mas temida de ese tiempo, y saber que él mismo, siendo el Autor de la vida tenía que despojarse de ella, causó un temor indescriptible. Esa noche en el Getsemaní pudo haber muerto de hemorragia, fue el ángel Gabriel quién le ayudo durante esa noche agónica, para tener al día siguiente muerte de cruz.
En la cruz, su costado fue traspasado, brotando sangre y agua al mismo tiempo. Este es un síntoma de una persona que está sufriendo de bajo volumen de sangre. (ataque hypovoloménico)  Hay varios síntomas para una persona que está sufriendo de bajo volumen de sangre. El primero es el aceleramiento del corazón debido que el corazón está tratando de bombear al cuerpo una sangre que no existe. El segundo es que una persona puede desmayarse. El tercero es que los riñones paran de funcionar para preservar fluidos y  el cuarto síntoma la persona puede sufrir de sed debido a la necesidad del cuerpo de recuperar los líquidos perdidos. Cristo dio pruebas de sufrir una ataque hypovolomeníco: se desmayo bajo el peso de la cruz,  cuando estaba colgando en la cruz dijo que tenía sed, y su costado broto sangre y agua.
Una Persona que esta sufriendo un ataque hypovoloménico, justo antes de morir acumula líquidos en el compartimento del corazón y de los pulmones debido al aceleramiento que sufre el corazón. Cuando Jesús murió un soldado romano perforó su costado brotando los dos líquidos diferentes.
Cristo; con su poder, pudo haber hecho cualquier cosa para no pasar por éste momento. Pudo haber desaparecido, pudo haberse negado a morir en la cruz, el Padre lo hubiera recibido sin ningún problema ya que el morir era voluntario, pudo haber hecho su piel impenetrable, se pudo haber anestesiado para no sentir dolor; pero no lo hizo.
3-Despreciado , y el desecho de los hombres, varón de dolores, y que sabe lo que es padecer; y su rostro como cubierto de verguenza y afrentado; por lo que no hicimos ningun caso de él. 4- Es verdad que él mismo tomó sobre sí nuestras dolencias y pecados, y cargó con nuestras penalidades; pero nosotros le reputamos como un leproso, y como un hombre herido de la mano de Dios y humillado. 5-Siendo así que por causa de nuestras iniquidades fue él llagado, y despedazdo por nuestras maldades; el castigo de que debía nacer nuestra paz con Dios descargo sobre él, y con sus cardenales fuimos nosotros curados. Isaias 53         Torres-Amat


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